
No era una situación fácil de gestionar. Ni siquiera para alguien que ha demostrado a lo largo de su carrera una condición sobrenatural para domar las emociones como Rafael Nadal. Antes de saltar a la pista este martes, no pudo contener las lágrimas de emoción mientras escuchaba el himno de su país, sabiendo que tal vez podría ser la última vez que lo hiciera vestido de corto.
“Ha sido un día emotivo”, arrancó el español sobre lo que vivió en la pista este martes en su partido frente a Botic van de Zandschulp en la Copa Davis. “Sabía que podía ser mi último partido como tenista profesional. Los momentos previos han ido emocionantes, un poco difíciles de gestionar, en general. Muchas emociones. He intentado hacerlo de la mejor manera posible”.
Pero la realidad es que la leyenda española no pudo superar al neerlandés, que acabó dando el primer punto de los cuartos de final a Países Bajos (1-0) por 6-4, 6-4 en una hora y 51 minutos. “He intentado estar con la mejor actitud posible, con la energía adecuada fuese cual fuese el resultado”, continuó su explicación. “Hubo un mínimo resquicio al final y no pudo ser. El rival fue mejor que yo hoy y nada que decir”.
Nadal no competía desde el pasado mes de julio en los Juegos Olímpicos de París. Desde entonces, sólo había podido rodarse en las pistas de entrenamiento, pero se sentía preparado para ser parte del abanico de posibilidades que el capitán, David Ferrer, tuviese para esta eliminatoria.
“Se tomó la decisión de que jugara yo, sabíamos que era una decisión con un poco de riesgo, David nos había visto entrenar a todos y él pensó que era lo adecuado pensando en lo deportivo”, valoró el mallorquín. “Lo he intentado, no pudo ser, al final uno no puede controlar el nivel que tiene, sólo la actitud, la energía y la determinación y eso no me ha fallado, simplemente no he sido capaz de encontrar lo necesario para dar el punto a España”.
Su rendimiento era una incógnita. “Dije que si no me veía, me descartaría”, recordó. “Creo que he entrenado lo suficientemente bien pero en competición no he podido rendir como me hubiera gustado pero la preparación no ha sido mala”.
Cuando el final de su carrera se siente tan cerca surgen dos últimas preguntas. La primera, ¿jugará algún partido individual más? Responde el protagonista: “Ojalá haya otra oportunidad y que pasemos hoy. Pero creo que pondría a otro jugador, si fuera capitán, aunque no tengo ese poder de decisión a día de hoy, no me corresponde a mí”.
La segunda, ¿significa eso que no le gustaría volver a vivir un partido más? “Lo viviría todos los días si pudiera”, respondió sin pensarlo. “Pero una cosa es lo que me gustaría a mí y otra lo que sea mejor para el equipo. Las cosas que le apetecen a uno no van acorde con lo que vaya mejor para el equipo”.
Y hace una aclaración más: “No es por tener o no ganas, ¡claro que tengo ganas! Estoy aquí porque tengo ganas, ojalá se pueda dar la situación. Seguiré trabajando para ser elegible ya sea en dobles o individuales. Sólo digo que visto lo visto en cuanto a mi nivel en competición, creo que, si yo fuera el capitán, no me erigiría a mí”.
Eso sí, hace un último apunto: “Se trata de pensar lo que es mejor para el equipo. Si ganamos hoy, y David me dice que quiere que juegue, pues yo salgo a la pista con la máxima ilusión”.
Sin embargo, sin nada que demostrar y con una dilatada carrera de leyenda a sus espaldas, no se puede reprochar más. Luchó hasta la última pelota. Intentó darle la vuelta a una situación en la que tenía pocos argumentos: la velocidad de la pista, falta de rodaje en competición y un rival hoy superior.
“Aún con victorias, he sido lo suficientemente duro y autocritico conmigo mismo. Para intentar mejorar siempre he buscado la parte negativa y hoy, que puede ser mi último partido, no voy a ser duro. No me ha dado para más. Esa es la realidad”.